En ésta casa se establece una relación, sin solución de continuidad, entre el “dentro” y el “fuera”. Una sucesión de capas entre lo abierto y lo intermedio. Se desdibujan los límites frontales a través de láminas de vidrio y vegetación, enmarcados por los dos planos horizontales, suelo y techo, donde el lleno y el vacío quedan relacionados en una sucesión de materia, agua, vegetación y cielo. Los límites laterales establecen la única relación lleno-vacío, en una sucesión de sólidos materiales que cierran la mirada transversal.
En los lados, límites con los vecinos, se disponen todos los dormitorios, dejando el espacio intermedio entre volúmenes para la ubicación de los usos más sociales: cocina-comedor, sala, piscina, porche y barbacoa.
Los árboles existentes atraviesan sin concesiones lo interpuesto entre ellos.
Una cortina perimetral de cuerda y vegetación puntualiza los límites del elemento edilicio, creando un intersticio de sombra/luz que matiza y cualifica un espacio entre.
Un solo material, madera de melina, viste el dentro y el fuera. El aparejo varia: en el exterior toma relieve, y en el interior se suaviza.
La mesa de la cocina y la propia cocina conforman una planta esculturizada que preside la zona social. Su negro brillo, granito negro absoluto, desmaterializa a través de sus reflejos la contundencia formal del gesto.
Esta casa responde a las características ya existentes del paisaje y revela nuevas dimensiones de la topografía de lugar. En su formalización y materialidad intensifica la experiencia de la luz, la sombra, la tierra, el agua y el aire. Se presenta clara en su forma global y fluida en su articulación del espacio.