Se propone una completa reestructuración de un edificio de oficinas en desuso y con 60 años de antigüedad, para transformarlo en un complejo habitacional de nivel medio-alto que se posicione como precursor de un cambio en la tipología de edificación y modelo de densidad en la zona en la que se ubica.
La propuesta comprende, en su primera etapa, la rehabilitación, reconstrucción y remodelación del edificio existente y, en la segunda, una obra nueva que se funde en el edificio original, al uniformizar la estructura principal tanto en sus fachadas como en sus interiores.
La decisión de no demoler el edificio existente parte de la idea de reutilizar las estructuras para reducir los residuos generados por la construcción –que generan un problema logístico y ambiental– y así aprovechar los materiales disponibles.
El proyecto debe su nombre al cubo Rubik, un rompecabezas tridimensional diseñado por Erno Rubik en 1974, debido al dinamismo que se ve reflejado en las fachadas y al uso de una modulación rítmica, elementos que evocan la diversidad formal del tradicional juguete.
La idea nace de dividir el programa funcional de la vivienda en módulos de 3x3, lo cual crea un patrón repetitivo pero flexible a la vez. Los ocho niveles del edificio rotan de manera alterna, asemejando los movimientos de las caras del cubo Rubik y generando un juego de sombras y balcones en ambas fachadas del edificio.
La rotación de la fachada, los volados resultantes y los elementos verticales en los balcones resuelven una gran diversidad de retos, como la privacidad, el ruido generado por el tráfico y el control solar.
Los espacios interiores obtenidos son más confortables en cuanto iluminación natural e intimidad para los usuarios.